Salimos con tiempo para llegar a la hora, el tráfico insoportable, el sol arde y tenemos que llevar a oci con los amigos que amablemente se ofrecieron a cuidarlo mientras no estamos, lo llevamos con todo y casa para que no se sienta triste y nos extrañe menos, lo bueno es que ellos tienen otras dos perras y seguro se harán buenos amigos.
Nuestro hijo cabecea por el dramamine, oci, que no está acostumbrado a viajar en coche, babea mi brazo, mis piernas, mi blusa, mis zapatos, está nervioso y quiere tirarse por la ventana, no lo dejo y lo abrazo, a medio camino se le ocurre que es buen momento para vomitar las croquetas, no alcanzo a sacar la bolsa y vomita en mis piernas, M ve lo que le pasa y le hace un cariño en la cabeza, el conductor grita y yo tengo ganas de vomitar, recojo las croquetas de mis piernas y las pongo en la bolsa que debí poner a tiempo en su hocico. A me da kleenex para que me limpie, aunque no son suficientes, limpio mis piernas y el asiento lo mejor que puedo, me siento mareada, M se ha dormido y oci está más tranquilo, aunque sigue babeando mi ropa como si fuera una llave descompuesta. Llegamos después de hora y media a dejar a oci, lo dejo con gusto y nos vamos a nuestro destino.
Curvas y más curvas, el coche huele a vómito de perro y yo que me mareo si me subo a un escalón, no puedo tomar dramamine, se me baja la presión, se me sube, sudor frío, mis manos están blancas y supongo que el resto de mi cuerpo igual. Llegamos al hotel, nos dan la habitación y justo en el camino donde están los jardines muy arreglados, vomito el pastel de rajas que comimos en la tarde, cincuenta pasos más y llegaba a la habitación.
¿Está bien la señora? Pregunta el bellboy, A le echa ojos de ¿Qué no estás viendo que está echando la guácara, pendejo?
Nos instalamos y doy de cenar a M que trae toda la pila cargada, pues se echó su jetita todo el camino, yo solo quiero bañarme y quitarme el olor a vómito que debo emanar.
A, se ha ido a lo de su trabajo y M y yo nos metemos a bañar, cenamos fruta y leche, dormimos profundamente hasta otro día.
Amaneció, desayunamos y a la media hora estábamos en el agua, parecía que estaba en su ambiente natural, todo le sorprendía y llenaba de curiosidad, tocaba los insectos muertos que flotaban en el agua, a los que llamaba "bocho", golpeaba con sus manitas el agua que salpicaba su cara y la mía, reía a carcajadas cuando el agua que caía de un pequeño tubo tocaba su cara, lo saqué algunas veces para ponerle más protector solar y darle agua o jugo, comimos una fruta nos asoleamos felices, M parecía disfrutar tanto del agua, que al mismo tiempo que chapoteaba, gritaba: ¡agua! ¡agua! Nunca olvidaré su carita de felicidad.
Llegó la hora de su siesta y cayó rendido, durmió por tres horas, fuimos a comer a un mercado, en el que probé la cosa más asquerodeliciosa que he comido, una gordita frita como inflada rellena de chicharrón en salsa, con queso y crema, lo sé, suena asqueroso, peor, que el que la servía era un gordo enorme, que no podía dejar de ver mientras me comía mi gordita (Seguro que eso come todos los días, pensé). Compramos frutas y pelotas, nos fuimos al centro en un taxi y caminamos un rato, M jugó con su pelota con otros niños hasta que me dio mucho calor y regresamos a la alberca del hotel. Otra vez esa carita feliz.
Los días siguientes lo mismo más o menos, igual de felices los dos, ya que A, tenía que estar en su congreso, se perdió de disfrutar esos días, ni modo, trabajo es trabajo. Qué feliz me hizo ver a M así. Regresamos por oci el domino en la noche y regresó deprimido, se enamoró de una de las perritas con las que se quedó, ahora solo quiere dormir y no come. ¡Ay el amor!