martes, 3 de marzo de 2009

VTP

En las últimas vacaciones pude darme cuenta de que jamás volverán a ser las que solían ser, no después de tener un hijo, no señor, nunca serán las de antes:

El destino no importaba, siempre y cuando se apegara a nuestro presupuesto, en la que predominaban los destinos para hippiositos o "mugriteros", como dice mi esposo. Salíamos a la hora planeada y sin ningún contratiempo. 
En cuanto llegábamos al destino en cuestión, buscábamos la tiendita más cercana para llenar nuestra hielera de caguamas, clamatos, hielos, limones y cocos. Buscábamos una cabaña o un lugar para poner nuestra diminuta casa de campaña para dormir bajo las estrellas y lo más cercano posible al mar. Pasábamos horas y horas jugando cartas, platicando, viendo el mar, caguameando y fumando marihuana, acostados en la arena o en una hamaca. Cuando nos daba hambre, nomás caminábamos unos metros pa' llegar a la palapa donde nos servían deliciosos manjares marinos, preparados por la mujer de la casa con tortillas hechas a mano y salsa de mocajete. 
Entrábamos al mar cuando se nos antojaba, a que nos revolcaran las olas, a veces, nadando desnudos, "chacualeando" hasta que nos dolían las piernas y luego a descansar toda la tarde o dar un paseo corto por la orilla del mar, recogiendo piedritas, conchas de mar, basura, bueno, cualquier cosa que se nos ocurriera; algunas veces jugábamos con los niños nativos de la región. En las noches, nuestra diaria sesión de sexo desenfrenado con cuerpos sudados y calientes.

Y así, así y quinientos pesos. Eso era entonces. El ahora, parece ser el terror de cualquier familia, así que si quieren cambiar sus vidas de hedonismo a una vida de servicio, no crean que los invito a tomar los votos sacerdotales, les invito a tener un hijo e intentar vacacionar:

Primero buscar un destino que se ajuste a nuestro aún más corto presupuesto, ahora buscar un sitio con un ambiente más familiar, con menos drogas y más vendedores ambulantes. Una vez teniendo el sitio, a planear los horarios de salida, ir a la farmacia para prepararnos con protectores solares de bebé de protección mil contra los rayos UV, un bye bye mosquito, pañales para agua, crocks (tan indispensables que se perdió uno a los veinte minutos de tocar la playa y que el resto de las vacaciones no hicieron falta, el que quedó, ahora es mordedera de oci), ir al costco para comprar una casa de campaña y sleeping tamaño familiar, pa' que el bebé duerma a sus anchas, trajes de baño para toda la familia y panes de croassant (esta bien, esos no eran para la playa, pero se me antojaron). 
Ahora si, todo listo, maletas y los jugos necesarios para que nuestro hijo tenga su dotación diaria de azúcar. 

La salida, atrasada dos horas. La autopista no llegaba tan cerca del destino como hubieramos querido. Otra vez el dramamine nos permitió avanzar considerablemente sin hacer pausas por 3 horas,  después a buscar un lugar donde comer todos, saludable, higiénico... Nunca lo encontramos, así que una vez persignados y apelando al buen estado de nuestro sistema inmune, le entramos a unos pollos al carbón a orilla de carretera con la fosa séptica a un metro de la mesa y la lechuga serenada de medio día. 

Ya con harto sudor y sintiendo la brisa del mar, no cabíamos de optimismo acerca de nuestro destino. El internet nos jugó chueco y caímos en el engaño; en la página del sitio todo era un sueño, al hospedarte cooperas para la salvación de la tortuga lora y de carey, bien. Amplias cabañas cercanas al mar, área para campismo con servicios generales, bien. Cuando llegamos nos topamos con unas tinas llenas de tortugas enfermas, pues las saludables ya se habían ido, un cuarto de cemento como de azotea, pero en el patio trasero de la casa, una porción de 6 x 4m. al frente para acampar cercada con malla, ni qué decir de la decepcionante comida que pudimos cenar la primera noche. 
Al otro día nada de caguamas, drogas, clamatos, hamacas, cartas, descanso, tortillas a mano ni salsa de molcajete, nada de andar nadando en el mar por horas o caminar recogiendo 'cositas de mar', y por las noches caíamos tan cansados que lo único en lo que pensábamos era en dormir bien y en qué comería mañana el bebé. 
Y todo lo anterior se debe a que nuestro precioso hijo ha llegado a nuestras vidas y ha cambiado todo, lo ha cambiado tanto que ahora comprendo para qué se inventaron los VTP's, que se volverán mis preferidos de hoy en adelante. Porque quiero que mi hijo disfrute y nosotros también. ¡Vivan los VTP's!

Olvidé mencionar que no cambio estas vacaciones por ningunas de las que tuve y menos con esta vista: 


8 comentarios:

ia dijo...

Pero, ¿qué es un VTP?
Abrazos al chiquitín bronceado (a pesar de los kilos de protector, me imagino?

Milau dijo...

Ía, qué gusto!
Viaje Todo Pagado!
Si, después de todo terminó con un color costeñito.
Abrazo

asco dijo...

Nunca extrañaré esos viajes ácidos, porque nunca dejaré de tenerlos.
Que amarga experiencia.

Un beso y un abrassso (sin seta).

Jorge Pedro dijo...

¡yo amo los vtp!

Unknown dijo...

muy bonito post, me encanta como no es lo que parece ser.


y si ..esa vista seguro cambia cualquier cosa, felicidades por el hermoso chamaco y las mejores vacaciones de tu vida!. saludos

Anónimo dijo...

Increíble respuesta para cuando me pregunten ¿quieres tener hijos? “No, me gusta el hedonismo”. Qué buena foto. Te mando una abrazo.

la ruta de la sabrosura dijo...

tsss!
seguirè disfrutando de mis sesiones de sexo desenfrenada en maruata !

el yogui dijo...

Vtp lo mejor, pero son peligrosos, he ahi la creacion de mi segundo bebé jajajajajajaja.