martes, 24 de febrero de 2009

Siete años igual a olvido

Siempre soy yo la que organiza nuestros aniversarios, hago reservaciones, compro su regalo con tiempo, le hago saber que tendrá una gran sorpresa. Desde hace un año, le dije que el próximo aniversario él se encargaría de organizar todo...

Él se fue a trabajar en la mañana sin recordar que era nuestro aniversario, me quedé en la cama esperando que regresara y me dijera lo mucho que me amaba y lo mucho que significaban estos siete años juntos. Siempre espero de más.  

Le compré un regalo, por venganza se lo di a un indigente, tal vez le haga más falta que a él. Tal vez no. Siempre con mis absurdas venganzas. De todas formas hice de comer algo que le gusta mucho, puse la mesa con copas y en el refrigerador un vino tinto.

Llegó mas tarde de lo normal y yo claro que pensé que era porque estaba comprando algo para mí, o unos chocolates, o una manguera, o una plancha, o unos cuchillos, o lo que sea, pero no. Llegó y saludó como siempre, me di cuenta de que ni siquiera le pasó por la mente, aunque llena varias formas al día que le podrían recordar la fecha, nada.

Empezamos a comer, le gustó mucho la comida, dijo. Brindamos con nuestro hijo y bebimos el vino, llegó la vecinita que juega con mi hijo, que venía a jugar con él. Le dije que pasara que en cuanto termináramos de comer podrían jugar. Pasó, vio la mesa y dijo: 
- Uuuy, ¿qué festejan?. 
- Nuestro aniversario, digo yo. 
Glup!, se le atora el bocado que tiene en la boca, abre los ojos y me ve con esos ojitos que hace como de perrito triste. Yo sólo lo veo y sonrío. 

Me dice que está muy estresado, que tiene muchas cosas en la cabeza, lo de su papá, lo de nuestro futuro, lo del curso de un año, etc. No se cansa de pedirme disculpas una y otra vez, repite lo mismo que ya me había dicho y lo único que pienso es: ¿porqué a mi, nunca se me ha olvidado?, ¿Es que yo lo quiero más?, ¿Es que soy una ñoña y no debería importarme?...
En verdad quisiera que no fuera importante para mí, para nadie, que valiera madres si se acuerda o no, pero, ¿cómo le hago para que eso pase? Ay, no, malditos sentimientos!, tiene razón Do, es mejor no tenerlos. 

Hoy se le olvidó su celular, alguien llamó y no reconocí el número, pues no lo tenía guardado, así que no contesté. Volvió a sonar dos veces más y a la tercera contesté, tal vez era urgente: 
-Bueno? 
- (Silencio)
-Bueno?
-(Cuelga)

Malditos sentimientos, ahora me estoy volviendo loca y no tengo ganas de cocinar.

sábado, 21 de febrero de 2009

Oci

Después del berrinche que le hice a mi esposo, mi familia y yo adoptamos a ocelote, así lo bautizó el dueño de los papás de oci, un perro xoloitzcuintle que parece más un perrito de la calle que otra cosa, pero muy fino, con pedigree, tatuaje y chip por si se nos pierde. Chuyito no lo quiera.  
Es todo bueno y juguetón, mi casa ya huele a orín de perro, porque él necesita marcar su territorio. Ahora tengo todo el tiempo el trapeador en mis manos. 
Mi hijo se puso celoso en cuanto se dio cuenta de que se quedaría con nosotros, pero lo quiere. Ya quiero que pase el tiempo para poder sacarlo a pasear, pues no tiene todas las vacunas y si lo saco así, se me puede morir, ay, no, no. Bienvenido a la familia!

miércoles, 18 de febrero de 2009

Sensiblona


Ya se que pensarán que soy una cursi, sensiblona, pero no me importa, me gustan los animales y no soporto ver que les hagan daño; he pensado en ser vegetariana muchas veces, pero al final se me atraviesan unos tacos o una hamburguesa y ya, adiós vegetarianismo. Soy tan débil. Ya me desvié de la idea. Maldita cabeza, que no organiza bien mis ideas.

Total, a lo que iba, era que toda mi niñez me la pasé defendiendo cualquier criatura desprotegida que se me ponía enfrente, por ejemplo:

1. La ardilla atropellada que parecía calcomanía y que llevé a mi casa para que la lleváramos al veterinario.
2. Mi perra chicana que encontré cachorrita en la calle toda pulgosa y con sarna. La primera vez que la vi, tenía dos meses de nacida, el color de su pelo era como café con leche, ojos negros que me decían que me querían y así fue, me quiso mucho. Y que pasados los años mi mamá llevó “de paseo” y nunca más volvió.
3. El pájaro que dejé en libertad, pues lo tenía atrapado un pajarero espantoso. Por el cual tuvo que pagar mi mamá.
4. Todos los peces que habían traído para una cena familiar en un día de campo en un lago, los regresé al lago, pues no soporté ver como los destripaban, les cortaban las aletas, las agallas y todavía seguían moviéndose. Y nos quedamos cenando sopa de verduras, jiji. Todos me odiaron, obvio.
5. El conejito bebé que estaba ahogándose en una cubeta con una pelota encima que dejaron ahí mis primitos (sin querer, creo), le di respiración boca a boca y RCP. Lo salvé para que cuando creciera, mi papá se lo comiera asado. Tsss.
6. El gatito que encontré en la calle y que escupía espuma, lo llevé a mi casa y lo bañe, para que se le quitara esa espumita que le salía, jo. Murió a los dos días de rabia.
7. El pollito morado que me compraron en la feria y que aplastó mi tío cuando se sentó en el sillón. A ese no le pude hacer nada, pues se murió luego-luego.
8. A las miles de hormigas que mi primo atrapaba para pelearlas, que según él, había convertido en su propio ejército (ash, esos niños sin amor), un día entré a su casa sin que se diera cuenta y me llevé a todas a un lote baldío para que hicieran su hormiguero, lástima, porque poco tiempo después, mi primo quemó el lote baldío sin saber que su ejército estaba ahí.
9. El pajarito que se cayó de su nido y le di de comer de mi boca, según me dijeron que hiciera, ¡guácatelas! ¿quién me dijo eso?
10. Recientemente, la paloma que tenía las patas atoradas en una bolsa de plástico, intenté agarrarla, pero no se dejó, la gente me veía feo, pues como es posible que una señora ande persiguiendo palomas. Total, ya hay muchas, ni modo.

Y ya no me acuerdo de más, pero como que tengo esa cosa, saber que puedo salvar a alguien (¿cuando es un animal, se dice alguien?) y sentirme bien por haberlo hecho. Bueno, ya, todo esto por que me acordé del pajarito ese que dejé escapar del pajarero, me pregunto donde estará, seguramente muerto, como todos los anteriores.

Pajarito, te hice este dibujito:


sábado, 14 de febrero de 2009

La Ramón López Velarde

AHORA SÍ, LA CONTINUACIÓN... larguísima, por cierto.

Como ya saben, me metieron en la gran secu federal Ramón López Velarde, de la cual yo había escuchado que eran taaaaan de barrio y taaaaan de cholos, que ya llevaban dos o tres muertitos por navajazo, cosa que me aterrorizó y me puso la piel chinita
El primer día me dí cuenta de que el 100% de la población estudiantil era de tez morena (esperen, esperen, no empiecen con que soy clasista o algo hasta que terminen de leer, incluso, me gusta mas la gente morena que la blanca) y yo la única, la recién llegada, la fresa, que venía de la escuela de moda, la que fumaba, la mimada, la güera (ni que fuera rubia como barbie), la que se creía la muy muy, decían. 

Pues ahí fue la primera vez que me encontré discriminada por el color de mi piel. Todas las mujeres de dicha secu me odiaban con todo lo que podían odiar. Los hombres, me tiraban la onda y ellas, más se ardían. Pero no me causaba conflicto gustarles, no, el conflicto era que tanto odio de parte de las féminas se reflejaba en que no tenía amigas y sí muchas, muchas, enemigas. Pero gracias a que no tenía amigos, dediqué mi tiempo a estudiar y poner atención en clases y se reflejó en el 9 que saqué en el primer examen

Era tímida, dejé de fumar (sólo en la escuela) y no hablaba con casi nadie. Si acaso algún valiente o nerd que se animaba de vez en cuando, alguien que a ellas no les importara. 

Como siempre he sido más alta que la media, pues me metieron a la selección de básquet, y ahí sí... podían aventarme, pegarme, jalarme el pelo, rasguñarme, darme balonazos, en fin, lo que se les ocurriera a las entonces vistas por mi, como las peores personas que había conocido. Un día se le ocurrió a la cholamayor (la más mala de todas) que estaría padre que justo cuando se terminara el recreo, me quitaran la falda del uniforme y me dejaran encerrada en el baño. Pues bien, sus compinches ejecutaron el plan con gran maestría: llegaron seis de ellas, me sometieron y tiraron al suelo, me agarraban entre todas, no paraban de reír, yo gritaba y nadie me escuchaba. Quedé en el suelo, en calzones, y pusieron algo afuera de la puerta del baño para que no pudiera salir, como si yo quisiera salir del baño sin falda. Bah. Estuve más de dos horas encerrada en el baño, pensado en qué podía hacer para que nadie me viera e irme a mi casa a llorar. No encontré solución alguna y me subí al lavabo, asomé mi cabeza por la ventana para ver si alguien pasaba y que me pudiera ayudar. Así fue, pasó el prefecto y le grité, me dijo: 'Por qué no estás en clases, te voy a meter un reporte' Yo le expliqué lo que había pasado y fue en busca de mi falda y resultó que nadie la tenía, yo esperaba en el baño, esperé otra hora hasta la llegada de mi falda. Me la puse y salí con la cara roja de la vergüenza que sentía. No puedo describir la felicidad que sentí cuando me enteré de que las suspendieron a toooodas. Malditas.
Pero ¿qué podía hacer? todas contra mi, ni modo de revelarme. No, aguanté así un par de meses, solo agachaba la cabeza y hacía como si nada hubiera pasado. 

Pero un día, jugando básquet, que me avienta la cholamayor; me hago a un lado y lo dejo pasar, vuelve a empujarme y caigo al suelo de culo, 'ahora sí, ¡maldita! ya sacaste boleto', con el corazón latiendo fuertísimo. Me levanto, la empujo y ella cae al suelo igual que yo, se levanta la cholamayor con los ojos desorbitados y dice: ¡Te veo a la salida cabrona!
Reflexiono acerca de lo que acaba de ocurrir y me doy cuenta de que la cagué bien cabrón. Pedí permiso en la dirección para poder irme más temprano, pero no creyeron el pretexto que inventé y regresé a mi salón, deseando que nunca llegara la hora de la salida. Pero llegó, me fui por donde salían sólo los maestros, pero oh sorpresa, estaban ahí, las siete esperándome con cadenas, sentí que era el momento de mi muerte. Pensé en mis opciones para salir con vida y lo único que salió de mi boca fue: 'Yo no me voy a rebajar a su nivel' (jajajajá, ¿en qué estaba pensando?), se dejan venir todas hacia mi y yo solo me agacho, me hago bolita y cubro la cara (pa que no me disfiguren, ¿edá?) con la mochila, siento que me dan golpes en la espalda, me patean, me jalan el pelo, me rasguñan, 'espero que se cansen pronto, pienso', pero no se cansan, siguen, la cholamayor me agarra del pelo y me arrastra un poco, o único que quiero es que me suelten, que me dejen ir a mi casa a llorar], suelto un golpe con el puño y los ojos cerrados hacia mi atacante, dejo de sentir los golpes y levanto la cara, la veo, tapándose la cara y escurriendo de sangre, corro lo más fuerte que puedo y me voy de ahí, me grita a lo lejos: ¡Mañana, te traigo a mi hermana!. Yo solo corro y corro, salgo con vida y tomo un taxi, aunque no traigo dinero para pagarlo. 
Llegué al siguiente día y  escuché que tenía la mitad de la cara morada, la nariz hinchada y parte de los ojos, ni si quiera me atreví a mirarla. Me fui a casa sin ningún problema, nunca llegó la hermana mayor, ni nadie. 
Jamás alguien volvió a tocarme, me gané el respeto de todos al quebrar la nariz de la cholamayor. Algún tiempo después hasta me convertí en la cholagüera.  Nos hicimos medio amigas, pero no tanto como para olvidar lo ocurrido. No volví a reprobar una materia en mi vida, eso sí. Aprendí la lección, otra vez: ¡Gracias papás!
 

sábado, 7 de febrero de 2009

Me encantan los toros

Antes de la continuación:

Un amigo dijo "En esta ciudad todos tienen un familiar torero o ferrocarrilero" y es cierto, además tenemos el segundo coso más grande del país después de la Plaza México. Basta con esto como antecedente, para demostrar la afición con la que se vive la "fiesta de los toros" en mi ciudad natal. No es extraño pues, que apenas puedas hablar y permanecer quieto en un solo lugar mas de una hora, además de llevarte al cine, tus padres te lleven a la plaza a ver una corrida de toros.
Un día en mi niñez: Nunca he visto como llega el bistek a mi plato, no he visto nunca la muerte de nada, una mascota si acaso. La vida es color de rosa y el arcoiris sale cada vez que llueve. 
Estoy rodeada de gente con pantalones de mezclilla, camisa blanca y paliacates rojos amarrados al cuello, huele a puro y alcohol: gentedetoros. Yo distraída, como siempre, no me doy cuenta del toro en medio de la plaza, pero veo que salen unos hombres en caballos bien bonitos, con unas cosas que parece una armadura, pero no tan resistente. No sé porqué pero esos hombres en caballos, lastiman al toro, el toro y yo tenemos miedo. La gentedetoros grita: 'Pica a tu madre, cabrón', frase que tampoco entiendo. Antes de que se marchen los hombres con caballos sale el torero, con traje muy brillante y apretado. Empieza a hacer sus movimientos con el capote y la gentedetoros grita: 'Ooooooleeeeee', una y otra vez, yo solo mantengo los ojos bien abiertos, demasiado abiertos. Después de mucho rato de estar haciendo giros con el capote, alguien le pasa un par de cosas que parecen palillos gigantes pero adornados como piñata, el torero se pone en posición y se las entierra en el lomo al toro, la gente le aplaude, yo siento un nudo en la garganta, los palillos gigantes se le quedan al toro, los trae ahí, enterrados. Le pasan otro par al torero que con la misma gracia, los vuelve a enterrar y así hasta que tiene tantas que ya no le caben en el lomo, la gentedetoros está que no cabe de gusto cuando yo ya estoy llorando. 
El toro sangra a borbotones por el lomo y el hocico, el torero le vuelve a dar vueltas ahora con la muleta, el toro se va contra él, queriéndose vengar de lo que le ha hecho, lo levanta con un cuerno y el torero da un vuelta en el aire, jamás me he sentido más feliz. El torero se levanta lo más rápido que puede y pide que le den su muleta para seguir con la corrida, el toro está del otro lado de la plaza, como queriendo escapar de su inminente muerte, pero el torero lo busca y saca una brillante espada de no se donde, se posiciona, la gentedetoros esta efervescente quieren ver que termine con él,  grito: '!maten al torero! la gentedetoros me ve con cara de reprobación y piden a gritos que me saquen de la plaza, mi mamá me pide que me calle. El torero no los decepciona, entierra la espada desde el lomo hasta el corazón, el toro cae, poco a poco hasta el suelo, se rinde ante el torero, que contento levanta su cabeza y manda besos a la gentedetoros

 

Ilustración:   yo

martes, 3 de febrero de 2009

Sweet twelves

En 1996, era yo una niña regordeta, chaparra, mal vestida, con el pelo lacio y corte de príncipe valiente (todas las fotos que había mías de esa edad, desaparecieron misteriosamente, si no les ponía una, pa que vean que no miento). Entré al primer año de secundaria en la escuela de moda (era la secu de la universidad autónoma), en la que todo puberto clasemediero quería estar, y no porque fuera la mejor escuela o tuviera el más alto nivel educativo, no. Era la secundaria deseada por todos porque te dejaban fumar dentro de la escuela y entrar o salir a la hora que tu quisieras, osea, te decían que el estudiante ya era lo suficientemente mayor para hacerse responsable de sus actividades escolares. Pamplinas.

Obviamente, yo no era lo suficientemente responsable de mis actividades escolares, ni de mi vida, ni de nada, era lo que vulgarmente se dice una valemadres
Cuando me vi envuelta e intoxicada de taaaanta libertad, pues opté por hacer lo que se me diera la gana, osea, nada. 
Llegaba tarde todo el tiempo a clases, si es que llegaba, me la vivía en las maquinitas de enfrente de la secu, compitiendo contra los chicos-cholos que vivían por ahí (y que todo el tiempo estaban chingue y chingue, cuando me veían batallar: "¿se la paso, morra?") o contra los compañeros de la secu, que al igual que yo, se volaban las clases. Empecé a fumar como maniática todo tipo de tabaco que se me ponía enfrente, me sentía muy grande fumando, tan torpe. Y por si fuera poco me conseguí mi primer novio, Perea. Un chico que no me gustaba en lo más mínimo, pero era rete-simpático, de quien les contaré en otro post, poque ese arroz, se cuece aparte, como dijera mi abuelita.

Poco a poco iba menos a la escuela y más a las maquinitas, en las que ya era yo una personalidad respetada en el famosísimo juego "Street Fighter" y otros de guerra y esas cosas. Claro que al poco tiempo ya había reprobado varios exámenes, a algunos ni fui porque no me acordaba que había examen, había un maestro que recuerdo con cariño por sus consejos, porque como que yo le caía bien y quería echarme la mano (en el buen sentido de la palabra, no sean malpensados), a pesar de su buena voluntad, llegaba yo a los exámenes sin saber absolutamente nada de lo que venía, me esperaba a que alguno de mis amigos me dejara copiarle aunque fuera un poquito, pero no, méndigos envidiosos, no me dejaban, así que yo nomás ponía mi nombre, la fecha y contestaba al tin-marín las preguntas de opción múltiple, las demás se quedaban en blanco. Cuando el maestro entregaba las calificaciones, yo sabía que no era algo bueno lo que venía, pero... ¿¡un cero!? Ay, mamita, ora si me van a enchilar, hasta el maestro me puso una nota abajo del gigantesco cero del examen, para que la vieran mis papás, que decía:
¿Laurita, pues qué hace usted en clases?
Y yo pensé, pos si ni voy a clases, ¿como que qué hago?

Me pusieron el cague de mi vida y mi papá se enojó muchísimo y me dijo:
-¡O te pones a estudiar o te vas de sirvienta!
Oh, no! de sirvienta, no! por favor, lo que sea menos eso. Mejor de puta. Pensé yo. Como si estuviera muy buena, pa ser puta.

Pos que me sacan de la secu de moda y me meten a la federal número 8, la gloriosa secu del cerrito de la cruz, la Ramón López Velarde. Ándale hija, ora si vas a saber lo que es bueno. 

CONTINUARÁ... 
(Pues es que ya se hizo muy largo, mejor se los escribo próximamente, pa que no les dé güeva)