Día frío y lluvioso, siete de la mañana, despierto, voy al baño, me lavo la cara y los dientes, me visto, mi mamá me peina con dos trenzas francesas, o al menos así les decía ella, de esas que me jalan los ojos y parezco un poco oriental, tomo mi leche bronca con nata, la misma que mi mamá me da todos los días pa' que crezca bien fuertota y que cada mañana tiene que taparme la nariz y empinar el vaso para que me la pase, aunque ella ve como me salen lagrimas del asco que me provoca la nata al pasar por mi garganta.
Listo.
Salgo vestida con un 'pants' verde y sudadera azul, tenis rosas y mochila, abajo de todo traigo un leotardo negro, porque hoy tengo competencia de gimnasia, estoy nerviosa, me sudan las manos de camino al lugar de la competencia, muerdo mis uñas, ya he ganado tres eliminatorias y si gano ésta seré la mejor gimnasta de Aguascalientes, me dicen las maestras.
Llegamos al lugar, llegamos con una hora de anticipación, debido al trauma de mi mamá, porque mi papá siempre llega muy tarde a todos lados. Hay un entrenador joven que también llegó temprano, a mi mamá le gusta.
Siéntate, dice mi mamá, si, le digo yo. Dejó de llover, le digo.
Como siempre no puedo estar más de cinco minutos en un mismo lugar y me levanto. Es demasiado tiempo el que tenemos que esperar y no quiero escuchar la plática.
Salgo disparada hacia el pasto verde y mojado, doy unas maromas y giros mortales, mi mamá me regaña, me puedo resbalar.
Me gusta como me veo con mis zapatillas de gimnasia, me las voy a poner, pienso.
Corro hacia mi mamá, que cada vez está más cerca del entrenador y le pido mis zapatillas, me las niega.
Espero que se distraiga para poder agarrarlas sin que se de cuenta, las tomo de la mochila y me las pongo, como me gustan, se siente casi como si estuvieras descalza, casi siento el pasto tocar las plantas de mis pies, doy vueltas de carro, giros, maromas, carretillas, 'mortales' (¿porqué les llamarán así?), estoy calentando para la competencia de mi vida, pienso mientras juego a la gimnasta profesional.
Estoy a unos 50 metros de mi mamá, me resbalo, no me dolió, me levanto, veo a mi mamá para saludarla y que vea que todo está bien, le sonrío, no me pasó nada, soy una profesional...
Mi mamá corre hacia mí, el entrenador también, tienen caras de angustia, más la de mi mamá.
Tengo miedo, ¿Qué pasa? ¿Me duele algo? No.
El entrenador llega primero y me dice que me quede quieta y tranquila, que todo va a estar bien.
¡Todo va a estar bien! ¡Pero si todo está bien!
Llega mi mamá y llora, ahora si, yo también tengo me suelto en llanto, aunque no entiendo por qué.
Ella toma mi brazo izquierdo, lo veo, me da risa nerviosa, veo mi codo, pero lo veo hacia adelante, ese no es su sitio, pienso, mi mano se volteó hacia mi espalda, ese tampoco es su sitio, vuelvo a pensar, dejo de llorar, siento que pierdo fuerza en las piernas, cierro los ojos y de pronto estoy en los brazos del entrenador, es atractivo y huele bien, ya sé porqué le gustó a mi mamá.
5 comentarios:
¡Auuuch!!
Hasta a mí me dolió esa fractura en tu brazo...y eso que ya pasó tiempo jajaja
¡Es increíble que con tal de que tu mamá no dijera nada, (adrenalina del mieditis), no te dabas cuenta!
Claro, como diría mi abuelita que era bien sabia:
"Con pan todas las penas son menos" (y es que en los brazos de ese entrenador...¡wow! jajaja).
¡Saludos y no nos abandones tanto!
uau, qué buen relato :)
Creo que leí todos los posts que tiene este blog de una sola sentada. Ahora ya no puedes dejar de escribir :)
Abrazos, como siempre!
¡Ia!
http://web.mac.com/salamandria/ía/Blogía/Blogía.html
Nunca puedo comentar en tu blog, pero qué bueno que te diste una vuelta por el mío, me dió mucha risa el modo en que me recuerdas de la primera vez que me viste y no te preocupes, ya nos pondremos al corriente con las sopas, los pasteles, los primeros años de los hijos y las malas obras de teatro.
Te extrañamos
ouch,...... hasta sude frio de imaginarmelo,...
por desobediente no fuiste la emjor de Aguascalientes ¡¡¡
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